viernes, 22 de junio de 2018

Un análisis pesimista lleno de paréntesis.

Viéndolo desde un plano general: todas nuestras relaciones amorosas son iguales.
Si, suena frío, quizás fuerte, pero es así.
Fijate, pasan los años y a todas nuestras parejas las llenamos de besos, les hacemos el amor hasta quedar sin aliento y morir de sed, disfrutamos de hacerlas reír, las cuidamos, les decimos que las amamos y que soñamos una vida a su lado. Cosas que, tarde o temprano, se caen en pedazos.
A ver, claro que no son literalmente iguales, ya que todos en base a nuestras malas experiencias (corazones hechos mierda) aprendemos a amar en menor intensidad y a poner menos en juego, aprendemos a ser cagones. Pero después, y permítase el pesimismo, jugamos los mismos juegos con leves variaciones y detalles que a veces hasta nos olvidamos.
La diferencia real radica en cosas muy pero muy pequeñas, que terminan siendo gigantes y que con suerte nos damos cuenta a tiempo de lo que valen. Me refiero a esa persona por la que te das una y otra vez la cabeza contra la pared hasta que no podes dormir, esa persona que no te hace sentir mil cosas juntas que no sabes ni qué son (tantas mariposas que vomitarías) sino que te da calma. Eso, calma. Algo muy importante cuando ya pasaste por mucha mierda junta. Esa persona te da la calma y el equilibro que solo no podías mantener. Sentís comodidad, complicidad, soledad en la compañía. Podes estar desnudo en todos los aspectos, que te sentís cómodo. Podes llorar por una estupidez o reírte cruelmente, sintiendo que esa complicidad no va a juzgarte.  Podes estar callado en la tuya, mientras esa persona está en la otra punta, y sentirte acompañado.
Cuando sucede todo esto, es cuando ya no nos alcanzan las palabras y el montaje que hicimos en otras relaciones (no quiero decir que no hayan sido verdaderas, hemos amado pero de otras maneras). Ahora es cuando no nos alcanza decir "te amo, quiero pasar la vida entera a tu lado". Nos queremos arrancar el corazón del pecho para demostrar nuestro amor, nuestro amor de verdad, porque esta vez sentís que amas posta y que todo lo que creíste que habías sentido antes fue flasheo tuyo. Y acá llegamos al problema. Queremos demostrar tanto y no nos sale. La cagamos por todas partes. Antes no se sentía tan mal cometer un error, dábamos lo mejor de nosotros (en cierta medida) y listo, un  perdón y un beso.
¿Y ahora qué hacemos?